viernes, 20 de diciembre de 2013

A PROPÓSITO DE REGALOS DE PLÁSTICO, CARAMELOS Y OTRAS VAINAS EN ESTAS FIESTAS

Durante el tiempo que trabaje como TC (Tour Conductor) tuve la oportunidad de conocer el Perú un poco más, de conocer su accidentada geografía, asi como también las formas de vida de las comunidades sociales donde el Estado brillaba por su ausencia.  En aquel tiempo observaba el comportamiento de los turistas nacionales y extranjeros frente a las condiciones de vida de los pueblos anfitriones. Entonces me percate de un problema muy grave: el asistencialismo y paternalismo que iba en aumento por parte del sector turismo.

Puno se ubica dentro del eje turístico del sur del Perú, ya sea de norte a sur o viceversa, los turistas en viajes organizados o por su cuenta, pasan obligatoriamente por el Lago Titicaca. Los lugares a visitar son Las islas flotantes de los Uros, Isla Taquile, Isla Amantani y LLachon (este último ubicado en la Península de Capachica). El Lago Titicaca es legendario, tienen un nivel casi mítico para los turistas que vienen de otros países; desde niños aprenden que el Titicaca es el Lago navegable más alto del mundo y por supuesto es uno de los lugares obligatorios, después del MachuPicchu, a visitar. Y es en el Lago, del lado peruano, que viven hoy en día, comunidades que gracias al turismo han logrado mejorar sus estándares económicos.

Sin embargo, hay un problema que opaca la sonrisa de los niños de las comunidades anfitrionas. Los turistas extranjeros y nacionales llegan con bolsas enteras de caramelos y chocolates para regalar a los niños que encuentran en el trayecto o en los destinos turísticos. Varias oportunidades llegue a contar hasta 50 grupos de turistas con un promedio de 15 cada uno, donde cada turista y en cola, para regalar caramelos a los niños que se les acercaban; y muchas veces estos turistas iban hasta los niños que no se les acercaban.  Los niños agradecen con una amplia sonrisa, pero sus inocentes y generosas sonrisas están opacadas por las caries que invaden sus frágiles dentaduras; el blanco marfil de sus dientes con el tiempo quedaran ennegrecidos y quizás perderán las piezas dentales.

Por otro lado, existe también, un espíritu paternalista de traer lápices, colores, juguetes y otras cosas que de buen corazón traen para regalar a los niños. Y al igual que lo comentado líneas arriba, son siempre los mismos niños que reciben caramelos, chocolates, lápices, colores y otras vainas más. Estimo que aquellos niños de aquí a un tiempo tendrán suficiente material como para abrir una librería. Algo curioso es que al ingreso del embarcadero de Puno, existen algunas damas que venden lápices, caramelos, lápices y otras vainas para los turistas que por diferentes motivos olvidaron de traer de sus  países lo demandado. Las marcas de los lápices de color y los caramelos son de marcas europeas. Lo que se “recauda” del otro lado del embarcadero se vuelve a vender al inicio del embarcadero.

Conversando con los turistas de los diferentes grupos que tuve el placer de acompañar, les explique que a veces son ellos los que más alegría tienen al dar, con justa generosidad, los regalos que traen para los niños. Sin embargo el impacto era más negativo que positivo. Ellos no estarían allí para pagar al dentista. Que esos caramelos iban a causar más que una sonrisa, y ese costo correría por cuenta de aquellas familias que viven en condiciones difíciles. Además el hecho de andar llevando lápices y otros regalos materiales, estaba creando a largo plazo un asistencialismo y paternalismo. El problema es que el turismo masivo lleva siempre por los mismos lugares, entonces siempre las mismas comunidades o familias, están recibiendo fluidamente estos regalos.
Escribo esta reflexión y recuerdos porque en esta temporada de navidad sucede casi lo mismo, pero de una manera interna.

Si se acostumbra de una manera masiva que para estas fechas (Navidad) todos los niños deben recibir regalos, obviamente que esto lleva a construir una necesidad obligatoria, que en vez de unir gratamente la sociedad, hace todo lo contrario.

Las familias más pudientes colmaran con regalos a sus hijos y los que están del otro lado de la muralla deberán conformarse con los gestos “donativos”.  En estas épocas, brilla el lavado de manos, todos pretenden ser de buenos corazones, llevando regalos que son de materiales tóxicos y de una nocividad extrema para la salud humana. Solo basta darse una vuelta por los mercados mayoristas y allí están los regalos hechos de plástico, a pilas, a cuerda, etc. La mayoría hechos en China, hechos con manos de familias en niveles semi esclavistas; pero con precio que son lo suficientemente abordables para cumplir la “responsabilidad social” de quedar bien ante las amistades. Caramelos por kilos, listos para atacar las dentaduras de aquellos niños que viven excluidos.

Hace 05 años me invitaron para formar parte de un equipo para organizar una actividad por navidad por los niños. Les explique todo el rollo que está arriba y además agregue:
-          ¿Por qué regalar esas porquerías en plástico? Esos regalos van a ser usados máximo un mes y luego estarán botados por allí; no llenan las necesidades espirituales que los niños desean. Regalemos mejor un arbolito, una plantita, un libro, un paseo, un viaje. Regalemos una experiencia en familia que recordaran buen tiempo. Si les regalamos un arbolito, este crecerá a la par con el niño; el niño tendrá un amigo; se desarrollara una conciencia ecológica y además cuando él sea grande será tan productivo como su arbolito. Sera un regalo de por vida.
Casi termino literalmente linchado. Todos pusieron excusas de todos los calibres; expulsado y excomulgado.

Si se asume que en estas fechas se debe hacer un regalo, deberíamos ser honestos y consecuentes para con aquellos donde se llevan “donaciones”. ¿Serian capaces de regalar un Play Station4? O quizás es más fácil comprar por kilos o docenas esas porquerías de aparatos de plásticos que son nocivos para la salud pero que ayudan a lavar las manos de responsabilidad social.  
Si se va regalar algo, mídase el impacto: social y ambiental. Que sea tan saludable y productivo como el regalo que les daríamos a nuestros propios hijos. ¿O nos gustaría que alguien venga y le regale objetos a nuestros hijos sabiendo que le causara cáncer o caries? Un poco de dignidad y consecuencia, que aquellos niños no tienen la culpa de la miseria consumista de este sistema.

Un abrazo fraternal, tengo semillas de Pallar si desean regalarlos a algún niño.

Víctor D. Corcuera Cueva.

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