Recuperemos
el cerro Campana
Víctor D. Corcuera Cueva
Visto
por el litoral o por la panamericana, el cerro Campana luce como un espacio
seco y sin interés. No es para menos, tanto la minería no metálica, la
proliferación de galpones avícolas y el tráfico ilegal de tierras, han puesto
en jaque su comunidad lomal.
El
enajenamiento, por parte de la población con el cerro Campana, es a causa de la
ignorancia de sus valores naturales, culturales, tecnológicos, ambientales y
económicos. Se desconoce, por ejemplo, que, por su ubicación geográfica,
interfluvio de los valles Moche y Chicama, el cerro Campana fue ocupado por
nuestros ancestros desde hace 14 mil años.
Los
artefactos líticos, como las puntas de proyectil, evidencian la presencia del
Paijanense, la ocupación más antigua de la Costa Norte. Milenios después, otras
culturas siguieron ocupándolo. Éstas han dejado su impronta: estructuras
funerarias, ceremoniales, administrativas, quilcas y una red vial pedestre que trazan
su lado Oeste. Cómo es usual, ninguna de estas evidencias han sido investigadas a
profundidad.
En
tal contexto, el Gobierno Regional podría considerar el uso del cerro Campana y
su entorno inmediato como un laboratorio para la investigación científica
multidisciplinaria. Un gran campus donde la población local, y foránea, pueda
apreciar la sistematización de los hallazgos. Las universidades podrían
participar con soluciones de reforestación y edificar un espacio amigable con
la biodiversidad y el entorno arqueológico.
La
puesta en uso social del cerro Campana, contribuirá en la autoestima del
poblador local, generando sentimientos de valoración positiva hacia el
Patrimonio y, por qué no, un producto turístico.
Artículo de opinión
publicado en el diario La Industria.
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