Entre pescadores y surfistas
Víctor D. Corcuera Cueva
Las
medallas obtenidas en los Juegos Panamericanos Lima 2019 indican la urgencia de
re plantear categóricamente las políticas deportivas del Estado. Asimismo, visualiza
la necesidad de protección de las olas del Perú, en especial las de Huanchaco,
reserva mundial de surf.
Mientras
que Piccolo Clemente, Luca Mesinas y Daniela Rosas, demostraban su destreza y
dominio de las olas, nos venía a la mente los pescadores en caballitos de
totora de Huanchaco. En efecto, antes que el surf, tal como lo conocemos en la
actualidad, se haya hecho popular en nuestro país, eran los pescadores de
Huanchaco los que despertaban –y aún lo hacen- admiración entre los locales y
visitantes.
La
destreza de estos pescadores tiene su huella ancestral en tiempos donde no
existían los Moche ni los Chimú. Hace cuatro mil años, los aldeanos de Pampa de
Gramalote, actual Huanchaquito, tenían que internarse mar adentro en balsas de
totora. Siglos después -los Salinar y Virú-
continuarían con esta práctica. Se han hallado en Huanchaco contextos
funerarios de estas culturas donde el ajuar funerario incluye, entre otros
objetos, collares de dientes de tiburón ¿Acaso el trofeo de una competencia mar
adentro?
Las
olas de Huanchaco permiten la continuidad cultural, representada por pescadores
y surfistas, herederos de la destreza y braveza de aquellos cazadores de
tiburones.
En
tal contexto y frente a la erosión costera, no debemos permitir que la unidad
formada por el mar, caballito de totora y el pescador ancestral sea destruida. Se
debe exigir la protección de las olas de Huanchaco, de lo contrario, sería la
última vez que Huanchaco vea nacer un campeón mundial de la talla de Piccolo
Clemente. ¡desmantelen el molón de Salaverry!
Artículo
de opinión publicado en el diario La Industria.
Trujillo,
martes 6 de agosto de 2019
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