miércoles, 12 de febrero de 2020

El Batan


El batán
Víctor D. Corcuera Cueva

Cuando estamos en el extranjero se extraña la familia, el entorno social y, en especial, los hábitos alimenticios. Es quizá por esta razón que el tema culinario suele estar presente en las conversaciones. La oferta gastronómica peruana ha viajado a otras latitudes, conquistando exigentes paladares y promocionando turísticamente al Perú.

Los hallazgos en contextos arqueológicos -domésticos y funerarios- además de confirmar el consumo de hortalizas, ofrecen también datos concretos de los medios de producción y la cadena operativa, por ejemplo, del molido de ajíes. En esa línea sabemos que el batán y el chungo fueron elementos indisociables en la cocina pre colonial –y aún en el presente-.

Hasta hace unos 30 años era común que las cocinas andinas tuvieran, cómo artefacto indispensable, a los batanes de piedra. No es para menos, la molienda en batán permite adquirir al máximo los aromas guardados en los vegetales, consiguiendo que lo molido sea mucho más aromático y sabroso que cuando pasa por otro mecanismo.

En el ande liberteño mi abuela materna tenía –y mantenía impecablemente limpio- un batán de piedra. Sus manos, con una destreza extraordinaria, molían rítmicamente los ajíes. El aroma y sabor del cuy guisado con papa sancochada adquiría niveles celestiales con el rocoto molido por mi abuela.

Es inevitable, entonces, que cuando estamos afuera compartamos con los anfitriones aquellos recuerdos que marcan nuestra identidad, cómo la cocina, por ejemplo.  

De otro lado, algunos restaurantes de Moche pueblo y los de la Campiña hacen uso del batán, un valor agregado que deberían incluirlo en la oferta turística regional.

Publicado en el diario La Industria de Trujillo
Trujillo, 28 de enero de 2020

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