Caleta
La Ramada
Víctor D. Corcuera Cueva
Hace
seis años fui invitado a conocer La Ramada, caleta ubicada al sur de Salaverry,
La Libertad. Despues de caminar 4 km llegamos a un tablazo, desde el cual divisamos
una bahía muy parecida a la de Huanchaco, pero con playas de arena fina y, a
excepción de las rusticas cabañas de pescadores, ningún inmueble moderno.
El
lecho de la quebrada Uripe mostraba, en superficie, diferentes cortes y la
huella del paso de huaycos; cada estrato contenía información valiosa de su historia
natural. La presencia de morrenas nos indicaba que la formación de esta
quebrada se remontaría, al menos, a inicios del holoceno. Hacía el Noroeste, el
cerro Ochiputur emergía imponente sobre los arenales de la Pampa de Salaverry,
sin duda un evidente corredor utilizado por los nómades Paijanenses hace 10 mil
años.
La
disposición lineal frente al mar de las cabañas de pescadores, sumado a las
evidencias arqueológicas, nos indican la construcción de un Paisaje Cultural
milenario. Los rituales de pesca se realizan con solemnidad, el mar es un mundo
con dioses y demonios al cual le piden permiso y agradecen. Una cruz de madera
frente al mar es el testimonio de la pérdida de uno de ellos.
Con
la marea baja se observan las estrellas de mar adheridas a las rocas, abundante
mococho y cangrejos. Asimismo, las aves marinas, migratorias, residentes y
algunos lobos de mar comparten sus playas de arena fina.
En
tal contexto, la Ramada no sólo constituye una de las últimas caletas de
pescadores artesanales en La Libertad, sino también, en un laboratorio natural
para biólogos e ingenieros ambientales. Ahora más que nunca se debe proteger su
intangibilidad y promover su investigación interdisciplinaria, difusión
educativa y puesta en valor.
Artículo
de opinión publicado en el diario La Industria de Trujillo.
Martes,
17 de septiembre de 2019.
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