Recuperar
los cultivos ancestrales
Víctor D. Corcuera Cueva
De
acuerdo a la FAO, de las 30 mil especies de plantas comestibles, la ingesta de
calorías de la población mundial, depende de solo tres cultivos básicos: arroz,
trigo y maíz. Existen miles de cultivos indígenas que han sido marginados,
nunca se incorporaron al mercado mundial y por consecuencia hasta la población local
desconoce su existencia. Para nuestra realidad nacional, el sabio peruano
Santiago Antúnez de Mayolo (1913-2012) sostiene que la costumbre –introducida
por el fanatismo hispano- de quemar los pastos determinó que varias especies de
suculentas sucumbieran ante el fuego. El dato arqueológico indica que los
cultivos de hortalizas, frutales, bulbos, raíces, rizomas, tubérculos, cereales
y menestras, se remontan a más de 7000 años. Considerando que la ingesta del Phaseolus lunatus se remonta a 11 mil
años, las acciones promovidas por el Proyecto Rutas Nómadas, dieron por
resultado su recuperación mediante la Red del Pallar Moche, aporte
significativo para la generación actual.
No
obstante -frente al avance de la apropiación del germoplasma ancestral, por
parte de las corporaciones multinacionales- es de prioridad vital que el Estado
proteja –jurídicamente- los legados bio-culturales mediante la Denominación de Origen. De lo contrario,
la humanidad dependerá económicamente de los transgénicos, exponiendo
potencialmente su salud, negada de disfrutar de su herencia ancestral. En tal
sentido, volver a los cultivos ancestrales, permitirá enriquecer las dietas y
potenciar la subsistencia de los pequeños campesinos y los productores locales.
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