Víctor D. Corcuera Cueva
El
deficiente servicio de gestión ambiental nos ha permitido presenciar la enorme cantidad
de residuos sólidos amontonados en la ciudad de Trujillo. El problema, en
parte, no está en la recolección de los residuos sólidos, sino en la generación
de éstos y convertirlos en basura.
Según
la ONU, la población latinoamericana produce el 10 % de la basura mundial,
donde el 50% de ésta es orgánica y casi la totalidad es tirada en los botaderos.
El dato es un reflejo de la economía lineal, la cual se caracteriza por extraer
de la naturaleza sus recursos y energía – a expensas de la salud del planeta-,
para la producción de bienes y servicios a escala industrial y, al final,
desecharlo.
Frente
a este problema surge la economía circular, la cual está inspirada en la
armonía de la naturaleza. Por ejemplo, las hojas secas de un algarrobo
fertilizan el suelo, generando las condiciones para germinar una nueva planta,
siguiendo un flujo cerrado.
Este
tipo de economía dotan, a las empresas y consumidores, beneficios económicos
con base en: reparar, reciclar, re utilizar y re fabricar. Asimismo, sus principios buscan reducir el
consumo de recursos naturales, mejorar la durabilidad de los productos y
reducir los residuos sólidos. Todo fluye imitando a la naturaleza.
En
Burdeos, Francia, se ha optado por transformar el calor proveniente de las
aguas servidas de la ciudad en energía. El renovado Museo de Historia Natural
de Burdeos utiliza esta energía para la conservación de los especímenes,
garantizando la temperatura e higrometría de sus ambientes.
Sin
duda, un notable ejemplo de gestión ambiental y cultural que podríamos tomar
como ejemplo para gestar una mejor ciudad.
Artículo
de opinión publicado en el diario La Industria de Trujillo
Martes
10 de setiembre de 2019
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