Confinamiento
Víctor D. Corcuera Cueva
Estamos
a tres semanas desde que el presidente Martín Vizcarra decretó, a causa del
brote del Covid-19, el estado de emergencia nacional y aislamiento social. Desde
entonces, el ritmo de nuestras vidas ha dado un giro sorprendente. El mundo
globalizado que hemos conocido ya no es el mismo, estamos en pausa, confinados
en nuestros domicilios con la esperanza que todo termine pronto para retomar
nuestras actividades y volver a la normalidad.
Las
condiciones no son las mismas para todos. Las brechas sociales y económicas
resaltan más durante el periodo de confinamiento. El acceso a servicios básicos
es uno de los principales indicadores de las desigualdades en nuestro país. Sin
embargo, no es la primera vez que nuestra sociedad se enfrenta a situaciones
difíciles. Hemos pasado situaciones muy complicadas durante los periodos de la
violencia y la epidemia del Cólera, por ejemplo.
No
obstante, podríamos reaccionar de manera pro activa para con nuestra sociedad.
Durante la época del Tahuantinsuyu existió un sistema de reciprocidad y cuidado
mutuo, el Ayni. Un sistema que aún persiste en las comunidades andinas. En tal sentido, es el momento de generar y
activar las redes solidarias. Organizarnos a nivel de barrio, identificar las
necesidades básicas de las familias y apoyarlas. Nuestros ancestros andinos nos
han legado este sistema humanista y, en un futuro próximo, lo vamos a necesitar
más seguido.
Por
otro lado, es imperante la creación de huertos urbanos. Cada grupo vecinal
podría generar sus propios alimentos y, sobretodo, dar la oportunidad a que los
niños y ancianos participen de forma activa. Aportemos a mejorar nuestro
entorno social, lo cual si está en nuestras manos.
Publicado
en el diario La Industria de Trujillo
Trujillo,
7 de abril de 2020
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