Hidden, un acto de memoria y pertenencia en Lascaux
El Centro Internacional de Arte Parietal – Lascaux
(CIAP-Lascaux), ubicado en la comuna francesa de Montignac-Lascaux,
recientemente ha vuelto a brillar. El coreógrafo y bailarín argentino Daniel
Proietto, conjuntamente con Snøhetta –la oficina de arquitectos que concibió la
arquitectura del tercer facsímil de la cueva de Lascaux-, y la Opera Nacional
de Ballet de Noruega con su estrella, Yolanda Correa, eligieron a Lascaux IV
como espacio escenográfico para la realización y estreno de la película Hidden.
La cual se convierte en una exploración a la expresión humana, fusionando los
mitos y la memoria colectiva a través del canto, la música y la danza. Un
verdadero acto de reverencia hacia nuestros ancestros.
Placa conmemorativa del premio Houen obtenido por Lascaux. © Víctor Corcuera Cueva
La observación –
El movimiento.
La amplia experticia y agudeza artística de Daniel Proietto le han permitido captar -en un instante- la fuerza del gesto y movimiento de las imágenes parietales plasmadas en Lascaux. Se ha percatado que, por ejemplo, una de sus características es el movimiento, segmentario o general, del bestiario representado. Daniel afirma que la danza es la expresión artística más honesta que ha existido desde los tiempos pre-históricos. Él sostiene que la danza es movimiento, es el lenguaje de nuestras almas e imagina a los grupos étnicos prehistóricos danzando libremente, comunicando con sus cuerpos en un estado de inocencia.
La luz y la
textura
Daniel Proietto y Yolanda Correa han comprendido la importancia de la disposición de la luz para la ejecución durante el proceso de estos signos y formas. Lascaux es la cueva ornamentada más imponente de la prehistoria, contiene 1963 figuras registradas. El hallazgo de más de un centenar de lámparas de grasa en la cueva de Lascaux sumado a la naturaleza de la roca caliza nos lleva a pensar de la luminosidad que pudo darse en sus diferentes espacios. De otro lado, la sensibilidad, tanto de Daniel como de Yolanda, los han llevado a tener, quizá, el mismo acto de reverencia al espacio, a la roca madre, a la textura de ésta antes de que el gesto se exprese en el soporte físico. ¿Los artistas del paleolítico reciente sintieron, a través del tacto, la textura de la roca madre antes de grabar o pintar? No lo sabemos, sin embargo, podemos entender que el grupo étnico que ingresó por primera vez a la cueva de Lascaux quedó fascinado, no solo por la textura de la roca madre, sino también, por la distribución espacial de ésta. Los artistas prehistóricos tuvieron que haberse impregnado de la esencia de ésta antes de plasmar su pensamiento simbólico. A la luz de las lámparas de grasa animal se internaron en las entrañas de esta cavidad para que, finalmente, con las diferentes técnicas puedan representar, sus mito⁰s, sus creencias, sus sueños, alegrías, tristezas, su memoria colectiva.
Es en esa atmosfera de luces tenues que Yolanda Corea
se impregna de la textura mineral de Lascaux, recordando los mitos de la humanidad.
La odisea de la especie humana de errar por el mundo -acarreando en el
pensamiento, la memoria de quienes somos-, empuja a la bailarina a sumergirse
en el inicio y en el fin del todo, emanando un canto, como pidiendo permiso al
personaje hibrido con cabeza de ave, ubicado en la parte más profunda de la
gran diaclasa de Lascaux. La música suena y ella emerge danzando, girando sobre
sí misma y frente a una de las escenas más enigmáticas del arte parietal del
Paleolítico reciente. Su figura forma una unidad visual con el pensamiento
simbólico de aquellos artistas pre-históricos.
La danza, música
y el canto
¿La música, el canto y la danza se manifestaron en
esta cueva ornamentada? Es muy probable, en todo caso, Daniel Proietto lo
siente así, que fue la danza el arte mayor que va acompañar a las grafías
parietales.
Las luces se dirigen a la rotonda de Lascaux, la
memoria simbólica de los sapiens provenientes de África se convierten en el
soporte físico de las sombras proyectadas por los danzantes. Los uros, caballos
y ciervos toman color, forma y movimiento con las vibraciones ejecutadas de los
danzantes. La atmosfera se impregna de la admiración de los espectadores,
transformando la escena en un acto poético de reverencia al pensamiento
simbólico de aquellos cazadores recolectores.
Veinte mil años después la danza se vuelve un acto de
memoria, de pertenencia.
El canto, la música, la danza y el juego de luces y de
sombras hicieron de esta performance un momento de inmersión poética atemporal.
Montignac-Lascaux
24 de setiembre del 2025
Víctor CORCUERA CUEVA.
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